viernes, 10 de diciembre de 2010

Ser transparentes en nuestras diferencias. Que se camuflen y fusionen en una eterna discusión de discordancias que nutren ambas almas encariñadas. Encariñada el alma dulce del gusto amargo que disgusta pero complementa su dulzura. Una dulzura que necesita del gusto amargo para equilibrar la balanza de sentidos y explotar de diversidad divina. Adquiero esa divinura distinta enredando mis piernas a las tuyas, respirando tu aire que contamina mi dulzura pero que necesita de ese veneno para sentirse completo al fin. Imagino un trance al sentir tu piel, transportándome a la liberación de las almas encaprichadas y encarceladas en su solo sentir, conduciéndolas a la liberación de amar lo anormal. Rompiendo sus mismas reglas de vivir, volando enredados en una rama de aquel árbol de pasión por el que comenzamos a sentir. La pasión se agota, quedando descubierta el alma confundida de ser ella misma. Dos almas y una diversidad de sabiduría necesaria para entender mejor la vida.

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